miércoles

LO APARENTE Y LO REAL

(Artículo pulicado en LA OPINIÓN de Murcia. 18-12-2007)

Todos los maestros de la Filosofía han intentado explicar, a lo largo de los tiempos, la contradicción que se opera entre el mundo de lo real y de lo aparente. El conocido ‘mito de la caverna’ platónico es el ejemplo más conocido, pero otros filósofos contemporáneos han caminado por esa senda.

En marzo pasado moría en París, a la edad de 77 años, Jean Baudrillard, el ‘filósofo de la apariencia’. Este pensador defendió, como tesis central de toda su obra, que la consciencia se interpone, interactúa, entre lo real, lo social y lo simbólico creando un mundo de hiperrealidad y simulación. En su ensayo ‘La guerra del Golfo no ha tenido lugar’, que levantó ampollas, Baudrillard parte de la tesis de que la operación que lanzó Estados Unidos contra Sadam Hussein en 1991 sólo lo fue en un nivel simbólico, en la medida en que Sadam no combatía contra las fuerzas aliadas, sino que sacrificaba sus tropas para preservar el poder. Las fuerzas aliadas, por otra parte, lanzaban miles de toneladas de bombas para persuadirnos y persuadirse, a sí mismas, de que había un enemigo. Todo con la complicidad de los medios de prensa occidentales, al crear una guerra “en tiempo real” (pero sin mostrarnos ni una sola imagen) para generar la idea de la existencia de dos bandos en conflicto. La conclusión: esa guerra no existió. Ni el enemigo había sido derrotado ni los triunfadores eran victoriosos. De hecho, Sadam Hussein se mantuvo en el poder hasta la guerra de 2003. Pero Baudrillard expone otras conclusiones más asumibles. En ese contexto de la hiperrealidad en que nos movemos, este pensador ya advirtió en la década de los 80 del pasado siglo que las interpretaciones subjetivas o interesadas de la realidad eran tan sutiles que los ciudadanos de Occidente empezábamos a confundir, por ejemplo, felicidad con hedonismo, salud con imagen juvenil y nos impresionábamos más con lo expuesto en un ‘reality show’ que al ver las imágenes reales de cuerpos desventrados en cualquier atentado terrorista. Por poner otros ejemplos, el aparente gran nivel de vida y consumo español esconde una realidad oculta: el preocupante endeudamiento de las familias, una realidad incuestionable en estos momentos. El beneficio aparente de la anunciada supresión del impuesto del patrimonio escamotea la realidad: que sólo va a beneficiar a las rentas más altas, pues un 6% de contribuyentes aporta más del 42% de la recaudación de esta carga impositiva.

Para trasladar estas conclusiones a un ámbito más cercano al nuestro, centrémonos en la percepción que tenemos en Murcia del fenómeno de la corrupción urbanística. Es sorprendente que en una encuesta de una empresa que se dedica a chequear la realidad regional, realizada sobre más de 1.100 personas de variada edad y condición de los principales municipios de esta tierra, ese fenómeno no aparezca entre las tres principales preocupaciones de los murcianos. Y que, por el contrario, los problemas prioritarios para la población de nuestra Región sean, por este orden, el agua y la sequía, la inmigración y la seguridad ciudadana. Medios de comunicación y políticos con responsabilidades de gestión han contribuido a conformar un estado de opinión colectivo en el que los problemas reales (paro, acceso a la vivienda, bajas pensiones, difícil emancipación de nuestros jóvenes, privatización de servicios básicos…) quedan solapados por otros menores, debidamente ‘fabricados’ para que operen su efecto narcotizador. Además, en este marco virtual (aparente) en que nos movemos, las prácticas clientelares y corruptas de ciertos políticos son subjetiva e interesadamente aceptadas, sobre todo cuando coinciden con insatisfacciones personales no alcanzadas. De ahí las airadas reacciones, cuando no las amenazas físicas, de cierto sector de la población, identificado con este marco virtual, contra quienes osan desvelar la realidad oculta (véase Totana). Lean esta sentencia de Baudrillard: “Hoy gobernar significa dar signos aceptables de credibilidad. Es como la publicidad y consigue el mismo efecto, el compromiso con el escenario”.

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